No, no era para afuera, era para adentro. De pronto se derrumbó aquello que creíamos que éramos. La máscara se cayó. Mas suave, se “nos corrió” el maquillaje. Como si hubiéramos quedado desnudos, sin ninguna clase de protección. Nos encontramos (¿todos?) o casi todos mirándonos a nosotros mismos,  a nuestros propios fantasmas. ¿Y no dizque era tan fuerte? ¿No dizque era sensible y todo me valía “hongo”? ¿No dizque nada me iba a desestabilizar a mi, “el sumun” del equilibrio, de lo racional, del “todo bajo control”? Y henos aquí, todos igualados, haciendo lo mismo, pensando lo mismo, impregnados de la misma incertidumbre colectiva.  ¿Qué va a pasar? ¿Qué saben ellos (¿autoridades?) que nosotros ignoramos? ¿No es acaso desproporcionada la preparación para algo que TODAVIA no sucede? ¿Las premoniciones no son exageradas?

El virus llegó, nos cogió sin defensas inmunológicas, pero sobre todo, nos derrumbó del lugar donde estábamos parados. Explicaciones, análisis, deducciones, intereses, mentiras, fanfarronadas, cualquiera que sea la respuesta, es obvio que nada suprime la ansiedad. Se perdió la seguridad y caímos del totazo en la incertidumbre. Si buscas en la mirada de los otros algo de seguridad de pronto te encuentras con que ellos demandan lo mismo hacia tu mirada. No hay formas de protección externas. No hay quien garantice o asegure nada…todo es posible. Llegó entonces la hora de la verdad. ¡Nos vamos a morir! Pero puede que ahora no (¿?) de este virus, sino que no podemos seguir esquivando la verdad de la muerte: nos vamos a morir porque la vida es una pasantía entre el nacer y el morir. La cultura quiso embolatar esa verdad, nos distrajo con consumismo, ideologías, capitalismo, migraciones, geopolítica, entretenimiento, lo que quieras. Pero distractores al fin y al cabo de la única verdad “verdadera”. Nos vamos a morir. Y es hora de mirar de frente.

Es un momento de trascendencia. Como si tuviéramos que empezar a mirar “para otro lado”. Y el único lado válido es “para adentro”. Allí esta nuestra esencia, allí esta la fuente de tu energía y allí también está la trascendencia. Trascender implica morir. Por tanto, es un momento en que el universo se conectó con la certeza de la muerte. En Psicología sabemos que todos los miedos remiten a ella, a la muerte.  Nos vamos a morir, es necesario que pensemos en ello, pero no con pánico o la inminencia de que va a suceder ya, sino con la certeza de que todo lo que hacemos, pensemos, construyamos, resolvamos, no nos evade de esa realidad.  Y a la luz de esa verdad ¿qué hechos o situaciones siguen siendo “tan” importantes? ¿Cuáles son nuestras prioridades si nos vamos a morir? La ropa en el closet, el carro último modelo, el aplauso en redes, brillar profesionalmente porque “soy el mejor”, humillar a los que no se comportan como yo ¿qué es mas importante? ¿qué es aquello por lo que vale la pena desgastarnos tanto?

La crisis no se enfrenta por igual porque cada quien trae su propia maleta. Y somos diferentes. Se puede aprender, podemos revisar o si se quiere, podemos dejar el viejo equipaje  y tratar de empezar de nuevo. Lo que no es lógico es salir de la crisis igual a como se llegó.  Sería una desperdicio de tiempo o como se dice en el mudo espiritual si no se aprende, se repite. ¿Cómo será?

Gloria H. @GloriaHRevolturas

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay 

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